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Rodrigo Moya. El telescopio interior

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Por Jonathan Aguilera

Como en las grandes historias de éxito, la de Rodrigo Moya partió de varios fracasos; uno de ellos, cuando estudiaba en la Facultad de Ingeniería de la UNAM. “En mis sueños adolescentes me imaginaba perforando pozos petroleros. Pero las matemáticas no son fantasía, pasas o no pasas; entonces troné, y me salí antes de entrar al tercer año de la carrera”. En ese momento, la fotografía se presentó como “una tabla salvadora”, gracias a su amigo Guillermo Angulo, fotógrafo que se convirtió en su guía y maestro.

Por los sucesos y personajes que ha registrado con su cámara (entre sus impresiones más recordadas están aquellas de El “Che” Guevara en la Habana, Cuba, en 1964; y el famoso retrato de García Márquez con el ojo morado, de 1976), debo confesar que esperaba encontrarme con otra persona, pensé que alguien con su experiencia seguramente sería una especie de rock star de la fotografía. Nada más distante de mis prejuicios.

Frente a mí se reveló un personaje honesto, afable y generoso, de convicciones firmes, pero sin ánimo de ideologizar a nadie. Desde un inicio, su voz dejó al descubierto a una persona profundamente elocuente, pero sobre todo, apasionado de la fotografía. Así, el creador del encrome (un neologismo que inventó para referirse a “un género híbrido de textos autobiográficos que combina el ensayo, la crónica y la memoria”), nos platica algunos pasajes de su fructífera carrera como fotógrafo, periodista y escritor, contenidos en Rodrigo Moya. El telescopio interior, el libro de corte autobiográfico editado por el Centro de la Imagen.

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El Telescopio Interior

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Familia: Fotógrafo

Género: documentalista

Especie: realista

Sub especie: comprometida

Variedad: militante

Especie en vías de extinción .Sobreviven penosamente algunos ejemplares dispersos e varias latitudes).

Rodrigo Moya, fotógrafo solitario, alejado de protagonismos, y quien prefiere ver sus foto en un cartel de una protesta estudiantil o sindicato que en un museo, su compromiso en su vida de fotógrafo, ha sido con la realidad en la que le tocó vivir y con la fotografía misma. Está contento del libro que editó Patricia Gola y Alejandra Pérez Zamudio, Rodrigo Moya. El telescopio interior, Centro de la Imagen 2014. Por que recuerda que en sus tiempos hacer un libro de fotografía “era como pedir una casa en Tecamachalco”.

Libro divido en dos capítulos el primero “Moya por Moya” que compila escritos y reflexiones sobre el acontecer fotográfico, sus inicios en la fotografía, sus temas, inquietudes, su encuentro con Ernesto “Che” Guevara su amistad con Nacho López y Manuel Álvarez Bravo, se incluye un cuento “La Parker 51”con el que ganó un premio en el XXXVI Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés en 1997 .

La segunda parte “Moya por los otros” recoge acercamientos a la forma de fotografiar y su nulo interés por asumir papeles protagónicos en el mundo fotográfico, visto desde la perspectiva de amigos, fotógrafos e historiadores de la fotografía.

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A los fotógrafos nos espera el olvido: Rodrigo Moya

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Por Emiliano Balerini Casal

El fotógrafo mexicano Rodrigo Moya no solo puede ser catalogado como un hombre que capturó imágenes de las guerrillas latinoamericanas. Si bien, en su trabajo, se pueden encontrar diapositivas de los movimientos armados en Guatemala, México y Venezuela, también se observa la serie que le hizo a Ernesto Guevara de la Serna, El Che, en 1964, y las imágenes de artistas relevantes para el país, como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Adolfo Mexiac y Mariana Yampolsky, entre otros.

En su archivo «el cual tiene más de 30 mil imágenes, y ocupa dos cuartos de su casa de Cuernavaca», se aprecia fotografías de una de sus grandes pasiones: el mar, y cada uno de los elementos que lo rodean. Uno de sus fotoreportajes más reconocidos en la materia es la que hizo sobre las tortugas. Asimismo, se ven campañas políticas que cubrió y manifestaciones sociales.

En entrevista con MILENIO, quien fuera el único fotógrafo latinoamericano en la invasión estadunidense a Santo Domingo en 1965, habla de su trabajo en las revistas Impacto, Sucesos y Política.

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“No me creo un artista” Rodrigo Moya

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Por Sonia Ávila

“Soy lo que fotografié y lo que vi, esa es la suma de Rodrigo Moya. Explorar esa mina tridimensional, ese laberinto con pozos y pasadizos, fue buscarme a mí mismo”, sentencia el fotógrafo considerado uno de los mayores fotoperiodistas de México en el siglo XX, y quien se describe a sí mismo a  través de su trabajo analógico.

La reflexión viene a propósito del libro El telescopio interior, un vistazo literal al pensamiento íntimo del fotógrafo a través de sus imágenes impresas en plata sobre gelatina y también de sus textos literarios y periodísticos; lo que en conjunto traza una  trayectoria de más de 50 años.

“Me he metido a mi archivo con mi mirada crítica y con la ayuda de investigadores para tratar de comprender qué es lo que está detrás de estas fotos, qué es lo que impulsa para hacer click, y yo creo que es la ideología en su sentido sustancial, es decir la suma de ideas y eso se refleja en la manera de hacer foto.

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Rodrigo Moya trabaja como hizo de periodista: en la infantería

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Por Merry Macmasters

La fotografía me ha salvado la vida dos veces, expresa Rodrigo Moya (1934). Desertor de la carrera de ingeniero petrolero –no pude con las matemáticas–, por fortuna el joven de 20 años conoció al gran fotógrafo colombiano Guillermo Angulo, en un paso fugaz por México, quien en un solo día le enseñó los principios de la fotografía, de la que me enamoré para siempre y lo salvó del abismo.

Activo como fotorreportero de 1956 a 1968, Moya estuvo alejado de ese oficio más de tres décadas. Sin embargo, la fotografía lo volvió a salvar a los 70 y tantos años cuando llegó a Cuernavaca en 1998, después de una enfermedad muy latosa; vio su archivo, empezó a meterle mano y renació la pasión.

Vuelta al camino verdadero

Entrevistado con motivo de la presentación, anoche en la Biblioteca de México, del libro Rodrigo Moya: el telescopio interior (Centro de la Imagen, 2014), que se dio a conocer en el pasado Festival Internacional Cervantino, Moya comparte que durante un tiempo dejó de considerarse fotógrafo, error que le hicieron ver su esposa, la diseñadora gráfica Susan Flaherty, y algunos amigos. Me decían que siempre llevaba la cámara y tomaba fotos para la revista especializada de pesca que dirigí 21 años, explica.

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Coleccionista de imágenes

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La mayoría de las colecciones privadas de obras de arte suelen ser una especie de acumulación de nombres consagrados y conocidos fáciles de comercializar. Pero ese no en el caso de este coleccionista de imágenes anónimas.

Frente a un pelotón de más de 300 cámaras fotográficas alemanas, rusas, estadunidenses y hasta de un país ya disuelto: Checoslovaquia, Ildefonso Acevedo asegura que si hay algo a lo que no se resiste es a los objetos cuya autoría es anónima. Son esas obras, tal vez, y no las de las firmas reconocidas, las que le permiten convertirse aunque sea por unos instantes en un completo voyeurista.

«El anonimato te permite estar viendo las intimidades que tuvo otra persona, ver los sitios que visitó, la gente con la que se rodeaba. Es como meterte en su vida sin estar predispuesto por lo que sabes del autor, de la persona que tomó la fotografía«, explica Ildefonso Acevedo.

Tras más de 20 años con esta obsesión por rescatar y recolectar, en las paredes de su casa, su oficina o en algunas de sus bodegas se pueden contabilizar más de 100 mil objetos, la mayoría fotografías. A la hora de hacer un listado mental sobre su fototeca, el despliegue de personajes va desde las imágenes realizadas en bromuro de plata por el fotógrafo viajero Charles B. Waite, hasta una serie de 45 fotografías que el francés Alfred Briquet tomó en la construcción del ferrocarril a Veracruz de 1872 a 1876. En su acervo también desfilan miradas como la de Mariana Yampolski, Héctor García, Rodrigo Moya, Gabriel Orozco, el checo Miró Svolik o hasta del padre de Frida Kahlo, Guillermo Khalo.

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Viste la Alhóndiga imágenes de Rodrigo Moya

Rodrigo Moya

En la sala de exposiciones temporales del Museo de la Alhóndiga de Granaditas, Rodrigo Moya exhibe una serie de archivos artísticos Tiempos tangibles, dentro del marco del Festival Internacional Cervantino.

Las fotografías de esta exposición muestran la época de México y del mundo, hechos históricos y asuntos cotidianos. La primera parte de la exposición muestra escenas cotidianas en Panamá, más dos situaciones no tan comunes: la democracia, las campañas políticas de los candidatos y a trabajadores de la mítica United Fruit Company, obreros agrícolas del banano. También se exhiben fotos de guerrilleros en diversas tareas; Moya fotografió las guerrillas de Guatemala, Venezuela y de República Dominicana. La Cuba revolucionaria, sus clases, motivos revolucionarios, el personaje del Che Guevara. De México se aprecian los personajes del campo del norte, centro y sur de la república, en diferentes lugares y circunstancias, así como el mexicano en eventos alusivos al mar como lo es el pescador en situaciones varias.

No faltan en esta muestra las protestas sociales, marchas, enfrentamientos con la Policía o con otros grupos; también se ven marchas de apoyo a Cuba, de 1962 en la parte más álgida de la crisis de los misiles entre los Estados Unidos y la extinta Unión Soviética. Series de gente pobre, trabajadores, obreros, barrios miserables, gente en su casa, en harapos, en la calle, calles sucias, casas en ruinas o gente haciendo oficios como vender cosas en la vía pública, boleros, cargadores.

Por último, se aprecian fotos de la vida cotidiana de la gente en la ciudad; la gente que pasa, que va, que hace cosas en la calle, en lugares públicos. O personajes concretos, como unas fotos muy famosas de un pistolero de los cincuenta, con traje holgado, corbata ancha, sombrero, que toma su pistola y ve a la cámara, con rostro cacarizo, bigote y mirada con mala leche, como sacado de una película (aunque sabemos que fue al revés), la realidad imita a la ficción. En los retratos se pueden apreciar primeros planos, contrastes de luz, detalles del rostro. En las escenas de trabajo o de la vida cotidiana; guarda la historia a través de su gente | El Sol de León

Rodrigo Moya recibe la Presea Cervantina

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En la ceremonia inaugural de la edición 42 del Festival Internacional Cervantino (FIC), efectuada la mañana [del 8 de octubre] en el Teatro Juárez, con la presencia de los príncipes Akishino, pues Japón es el país invitado de honor del encuentro artístico-cultural, la Presea Cervantina fue entregada al fotógrafo Rodrigo Moya (1934) y al director de escena José Solé (1929).

De los recipiendarios de la medalla creada en 2010, el gobernador Miguel Márquez Márquez expresó que Moya, por medio de su cámara, ha sabido defender la realidad, como él mismo lo ha dicho, mientras que Solé, dijo, es uno de los más destacados discípulos de Enrique Ruelas, creador del Cervantino.

En un video con las semblanzas de los dos galardonados, Moya, quien ejerció 14 años como fotorreportero, se refirió al movimiento estudiantil de 1968 que cubrió con mucha pasión y entrega. La realidad, apuntó,siempre ha sido lo más importante para mí como fotógrafo y como hombre. Siempre he sido defensor de la realidad y me he dicho un fotógrafo realista.

Retrospectiva del fotorreportero     De Rodrigo Moya se presenta la exposición retrospectiva Tiempos tangibles, en el Museo Regional Alhóndiga de Granaditas, y este jueves, en el Salón Fumador del Teatro Juárez, será presentado el libro Rodrigo Moya. El telescopio interior.

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El Centro de la Imagen presenta «Rodrigo Moya. El telescopio interior»

Rodrigo Moya

El Centro de la Imagen presentará el libro Rodrigo Moya. El telescopio interior, como parte de los festejos realizados por los 80 años del fotógrafo, en el marco del Festival Internacional Cervantino.

El libro es el resultado de una exploración realizada en el Archivo Fotográfico Rodrigo Moya y otros acervos gráficos y documentales, en los que Patricia Gola y Alejandra Pérez Zamudio, editoras del Centro de la Imagen, encontraron las pistas necesarias para trazar un recuento sobre la obra del fotógrafo. El libro está dividido en dos apartados que intentan abarcar, por un lado, la voz del autor y por el otro, la de aquellos que escribieron acerca de su trabajo.

Esta edición nos muestra a un Rodrigo Moya, autor de crónicas, narrativa, ensayos críticos y fotorreportajes, pero también nos revela otra faceta del fotógrafo como editor de una revista sobre pesca durante más de veintidós años. Su especial predisposición por la escritura ha quedado plasmada en un género que él mismo bautizó con el nombre de “encrome” y que oscila entre el ensayo, la crónica y la memoria.

Así pues en “Moya por Moya”, primera parte del libro, aparece el deslumbramiento del autor por la fotografía, esa “tabla salvadora en medio de innumerables fracasos”; las coincidencias de su trabajo con el de Nacho López y las aportaciones de Manuel Álvarez Bravo a la fotografía mexicana; su manera de entender el reportaje gráfico como un “documentalismo politizado sin remedio”; e incluso la anécdota en la que relata su primer encuentro con Luna Córnea, y que le significó un regreso a sus propias imágenes, entre muchos otros temas.

La segunda parte lleva por título “Moya por los otros” e incluye algunos textos de autores, críticos e historiadores, en torno al trabajo documental realizado por el fotoperiodista durante casi quince años.

Rodrigo Moya. El telescopio interior es un acercamiento a la intimidad del fotógrafo y a su manera de concebir la imagen, pero también una mirada al contexto en que sus fotografías se produjeron, que nos permite vislumbrar la importancia de su trabajo en el ámbito de la fotografía mexicana y aun latinoamericana.

La revisión acuciosa realizada por Patricia Gola y Alejandra Pérez Zamudio para esta nueva publicación del Centro de la Imagen propone un reconocimiento entrañable antes que un homenaje. Las imágenes y los documentos que la integran confirman la presencia fundamental de algunas personas que sin duda impulsaron su trabajo. Es el caso de Antonio Rodríguez, destacado crítico de arte portugués que vivió en México, y Guillermo Ángulo, reconocido escritor, fotógrafo y amigo personal de Rodrigo Moya.

Con esta edición el Centro de la Imagen continúa con su labor editorial y reitera su vocación de promover el trabajo de fotógrafos mexicanos a partir de la publicación de ensayos y estudios críticos en torno a la fotografía.

Los festejos por los 80 años de Rodrigo Moya incluirán también la exposición retrospectiva Tiempos tangibles, curada por el fotógrafo y su esposa Susan Flaherty, responsable del Archivo Fotográfico Rodrigo Moya, y se presentará en el Museo Regional Alhóndiga de Granaditas, del 8 al 26 de octubre de 2014. Asimismo, en las vallas del foro de la Alhóndiga de Granaditas, se exhibirá la muestra Célebres y anónimos.

En la presentación de Rodrigo Moya. El telescopio interior, participarán el propio Rodrigo Moya, Guillermo Angulo, Ariel Arnal, Alejandra Pérez Zamudio e Itala Schmelz. Ésta se llevará a cabo el jueves 9 de octubre en el Salón Fumador del Teatro Juárez, ubicado en Sopeña s/n, Zona Centro, Guanajuato, Gto., a las 12:00 horas.

El libro estará a la venta en la red de librerías Educal a partir de octubre próximo.

 

El hombre que retrató la pobreza, la guerra y el ojo morado del ‘Gabo’

Rodrigo Moya

El buen fotógrafo es el que pasa desapercibido, el que atestigua sin afán de protagonismo, el que introduce su ojo hasta en los sucesos más vulgares, considera Rodrigo Moya, un romántico de la fotografía de 80 años al que le desagradan las exposiciones, adora el cuarto oscuro y recuerda los 14 años de vaivenes periodísticos en los que retrató la pobreza y las guerrillas de América Latina del siglo pasado, aunque también congeló a personajes como Gabriel García Márquez, Ernesto Che Guevara, Juan Soriano, David Alfaro Siqueiros, María Félix, Diego Rivera, Fanny Cano, Carlos Fuentes, Emilio Fernández, Oscar Lewis y Pedro Miret.

Moya cree que el problema de la fotografía actual es que, con el avance tecnológico, los fotógrafos ya no se esfuerzan en interpretar la realidad. El secreto de una buena imagen, dice, está en la simplicidad de la regla: ver algo, sentirlo, interpretarlo, captarlo y transmitirlo a los demás. Se considera a sí mismo “un fotógrafo de infantería”. Que las medallas, loas y homenajes se las dediquen a los generales, “a mí me queda grande el guarache”, bromea. La solemnidad, apunta, no es lo suyo. Menos las exposiciones, a las que considera “etéreas y poco trascendentes para el espectador”.

Sin embargo, ser poseedor de uno de los archivos fotográficos más vastos del país lo condujo a ser uno de los protagonistas del próximoFestival Internacional Cervantino (FIC), donde recibirá un homenaje con dos eventos: la retrospectiva Tiempos tangibles y la muestraCélebres y anónimos, curadas por su propia esposa Susan Flaherty, con quien vive desde hace 32 años. | El Financiero