Hasta hace un par de décadas, las formas de grabación de audio y video tenían otros rostros: casetes, cintas de carrete, celuloide o cintas en formato Betacam o VHS; hoy día parecen instrumentos de museo, incluso cuando a los niños y jóvenes se les cuenta de esas herramientas, suelen poner cara de “no tengo idea de lo que me estás hablando”.
Y más allá del vertiginoso desarrollo de las nuevas tecnologías, con la generación de formatos digitales para resguardar ese patrimonio sonoro y audiovisual, se generaron otro tipo de desafíos para incorporarlos a plataformas digitales.
“En el caso del video están los ejemplos de los VHS o de los Betacam”, cuenta Perla Rodríguez, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM, “cuya transferencia fue la única forma de preservar y salvaguardar esos contenidos, aun cuando después se empezaron a crear los primeros sistemas de almacenamiento masivo digital y, al mismo tiempo, se establecieron los estándares para extraer la mejor calidad de la señal digitalizada y que se pudieran preservar a largo plazo esos contenidos.”
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