Por Alejandro Toledo
De niña, los padres de Paulina Lavista jugaban con ella a “Los toritos”: “Mi papá ponía un disco y hacía que adivinara, en unas pocas frases, de quién era la pieza. Algo similar ocurría con mi mamá, quien me mostraba fragmentos de cuadros: tenía que adivinar el nombre del artista y la escuela a la que pertenecía. Eso me sirvió mucho. Un fotógrafo debe tener cultura, sobre todo visual, para saber si lo que está haciendo es nuevo o ya se hizo, o, si alude a algo anterior, saber que se trata de un homenaje. En mi educación, le debo mucho a mis padres”.
Al celebrar su cumpleaños 70, la fotógrafa y documentalista recuerda pasajes de su vida. “Nací con una estrella extraña”, dice, “porque mi hermana mayor murió cuando tenía siete años, y mis padres tuvieron la mala idea de ponerme a mí también Paulina Esther. Y nunca llené las expectativas de mis padres porque se había muerto su niña adorada, la primera”.
Recuerda una niñez maravillosa en la colonia Del Valle. Su padre, Raúl Lavista, era compositor de cine; su madre, Elena Pimienta, artista plástica, firmaba como Helen Lavista. Luego se mudaron a Coyoacán. Ella tenía diez años. Descubrió entonces la cámara fotográfica, préstamo paterno, y un sitio en el barrio, la Casa Rivas, donde revelaba los rollos. Su primer retratado fue el tenor José Mojica, que apareció un día por la casa, pues su padre hizo la música de Yo pecador (1959).
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