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Elsa Medina recibirá Medalla al Mérito Fotográfico por su trayectoria

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La fotoperiodista mexicana Elsa Medina (1952) recibirá este jueves, en Pachuca, Hidalgo, la Medalla al Mérito Fotográfico por su destacada trayectoria, que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a través del Sistema Nacional de Fototecas. El reconocimiento será entregado a la fotógrafa que se ganó un lugar en el fotoperiodismo mexicano por la calidad de sus tomas, muchas de ellas icónicas.

“Como fotógrafo, sabes cuándo traes ‘la foto’. Es algo que sientes. Cada disparo es como un boceto. Aunque creo que ahora se abusa del disparo de la cámara”, aseguró la artista en declaraciones difundidas por el INAH. La fotógrafa que por años militó en las filas del periódico “La Jornada” y algún tiempo en “El Sur” de Guerrero, aseguró que “la fotografía ha sido una manera de expresarme, una manera de dar mi opinión. Por ejemplo, en el periódico: esto opino, esto es lo que veo, aunque es una realidad parcial y manipulable”.

A Elsa Medina le tocó una época dorada del fotoperiodismo a mediados de los años 80, cuando el poder de la imagen ocupó las planas principales de los periódicos y dejó de ser una mera acompañante de la nota escrita. La maestra Medina aprendió de uno de los grandes, Nacho López, a tener una posición crítica ante la fotografía y ante uno mismo, él le enseñó que la perspectiva siempre parte de lo que somos, de juicios y prejuicios.

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El CMF una mirada documental al país

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Por Emiliano Balerini Casal

En los años setenta México vivía en medio de la convulsión: la Revolución cubana de 1959, el movimiento estudiantil de 1968, el Halconazo de 1971, la llegada de Luis Echeverría a la Presidencia de la República en 1970 y las guerrillas tanto urbanas como agrarias de la época despertaron una generación de jóvenes que mostraron su descontento en la política y en el arte.

La fotografía no escapó a los cambios de la época. Dos de los primeros esfuerzos que se realizaron formalmente con el objetivo de profesionalizar esta disciplina fueron, primero, la publicación que Siglo XXI Editores hizo de los libros de Pablo Gasparini y Enrique Bostelman sobre la realidad latinoamericana.

Segundo, en esa misma década Paulina Lavista expuso su obra en el Palacio de Bellas Artes, Pedro Meyer tuvo una de sus mayores muestras en el Instituto Nabor Carrillo, Nacho López y Héctor Mendoza se presentaron en la galería José Clemente Orozco y, en 1975, Manuel Álvarez Bravo recibió el Premio Nacional de Arte.

En febrero de 1976, el Salón de la Plástica Mexicana de la Ciudad de México inauguró una magna exposición con la obra de Nacho LópezHéctor García, Paulina Lavista, Aníbal Angulo, Walter Reuters, Antonio Reinoso, Enrique Bostelman, Graciela Iturbide, Colette UrbajtelManuel Álvarez Bravo.

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300 años de cultura mexicana en fotografías de Cuéllar, Lavista, García y Álvarez Bravo

Efrain Huerta

Se ha llamado al 2014 el año de los centenarios y con toda justicia. Recordaremos este momento de la historia mexicana por todo lo que tuvo de honra y conmemoración de artistas irrepetibles, cuyo legado extraordinario permanece en nuestros días. De hecho, recordarlos y homenajearlos ha servido para darnos cuenta de lo mucho que nos importan sus obras y cuánto ha sido la herencia que da sustancia a una cultura nacional sólida y con raíces.

En el año de Octavio Paz (México, DF, 31 de marzo de 1914 – 19 de abril de 1998), también se celebra el año de Efraín Huerta y el año de José Revueltas. 300 años de cultura propia que han construido la identidad de este lado del mundo, contribuyendo además a enriquecer la especie humana más allá de banderas y escarapelas. Se trata sobre todo de una cultura del pensamiento y de las letras, una razón más para valorar en su justa medida la muestra Imagen y palabra. Paz, Huerta y Revueltas, que será inaugurada mañana lunes en la Galería al Aire Libre de las Rejas de Chapultepec.

Son fotografías de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas a cargo de Lola Álvarez Bravo, Rogelio Cuéllar, Héctor García y Paulina Lavista, entre otros, en una exposición organizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Secretaría de Cultura del DF. Está conformada por 118 mamparas en las que se exhiben imágenes y textos diversos de los tres autores en sus obras, pensamiento y actuar, con trabajos también de Rafael Doniz, Enrique Díaz Delgado y García, Facha, María García, Nacho López, Nadine Markova, Hermanos Mayo, Óscar Menéndez, Ignacio Millán, Juan Miranda, Julio Pliego, Ricardo Salazar e Ignacio Sánchez Mendoza.

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Danza, por Nacho López

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La danza se ha dicho es una de las artes más completas porque reúne formas plásticas y auditivas en términos de volumen, espacio, proyecciones, sonoridades, color y contenido social. También es poesía, religión, realismo o abstraccionismo. No es un arte decorativo, no se puede comprar ni palpar; es intangible y efímera, pues sólo se transmite al espectador por medio de la emoción y sentimiento del instante. Y cuando su ejecución sube en intensidad, la danza alcanza niveles profundamente místicos.

Al intentar captar las múltiples facetas de la danza, el fotógrafo se percata de los problemas estéticos que ella misma establece para su interpretación. Y precisamente por lo efímero e intangible de la danza, la fotografía entra a servir como un poderoso coadyuvante dentro de su propio carácter realista. ¿Hasta qué punto pues, puede la fotografía captar la esencia y cualidades de la danza? Este es un problema que se resolverá por sí solo a medida que se continúe investigando.

Ya sea que se fotografíe al sujeto en «pose» o totalmente «movido», ya sea que exista una combinación de los dos, o que sólo haya secciones movidas de menor importancia para imprimir sensación de movimiento, o que se recurra al montaje sencillo con la ayuda de dos o tres figuras, dejamos a juicio de nuestro lector la que más le agrade.

La fotografía aporta una nueva dimensión a la danza: esa de captar el momento inasible y emocional del danzarín. Y creemos que se tendrá más éxito en la medida que se sepan manejar los elementos que enfaticen el contenido de la danza. Aquella fotografía en la que se perciba una atmósfera y un clímax, en donde haya un trazo de figura humana proyectándose hacia afuera.

– «Danza«, fotorreportaje publicado en la revista Mañana, núm. 444, 1o de marzo de 1952. Este material se puede ver en Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, 2007).

«Ilusión óptica» se exhibe en el Museo de Arte Moderno

Graciela Iturbide

Una revisión para indagar parte del espectro de motivaciones y expresiones que se encuentran dentro del campo de la fotografía, se ofrece en la muestra Ilusión óptica, que [fue inaugurada el 9 de abril], junto con la obra «Paráfrasis», de Laureana Toledo, en el Museo de Arte Moderno.

Durante el recorrido de la muestra Ilusión óptica, que permanecerá en el espacio museístico hasta el 27 de julio, Sylvia Navarrete, directora del recinto cultural, mencionó que la obra está basada en la colección de fotografía del museo.

«En dicha colección se cuenta con unas mil imágenes en bodega que aunadas a las mil piezas más entre pintura, dibujo y escultura que tenemos en las reservas, tratamos de sacar lo más posible para hacer exposiciones temáticas para que las disfrute el público y poder circular las colecciones», afirmó la directora.

Destacó que a grandes rasgos la exposición, cuya curaduría corrió a cargo de Octavio Avendaño, Iñaki Herranz y Graciela Kasep, propone una reflexión acerca de las modificaciones que ha habido no solo en las técnicas fotográficas, sino en el uso mismo de la imagen.

[…] A su vez, el curador Iñaki Herranz explicó que la muestra está dividida en tres núcleos que son: la relación de la fotografía con soportes bidimensionales y la fotografía no como soporte sino como tópico; el segundo se refiere a las reciprocidades entre la fotografía y estrategias tridimensionales, y la interacción de imagen con escultura, objetos y elementos de la vida cotidiana, y el tercero es el uso de estrategias fotográficas como punto de partida conceptual en el arte contemporáneo.

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El director de escena y el paseante, por Carlos Monsiváis

Duane Michals

¿Qué es una secuencia fotográfica? En el sentido artístico, no es el trabajo sucesivo en torno a un hecho o una persona, sino a lo desprendido de la unidad de propósito, el relato autónomo que se expande y cobra una significación especial merced a la eficacia de cuatro, cinco o seis imágenes, evidentes por sí mismas o de sentido descifrable a través del lenguaje de los símbolos o gracias al entendimiento poético. Por lo común, una foto valiosa capta un instante privilegiado por el tema o por el logro estético: por oposición, la secuencia busca ser al mismo tiempo fotografía y literatura, sin renunciar a ninguna de las dos empresas. Del campo de las secuencias, elijo a dos artistas muy distintos en sus procedimientos y algo cercanos en sus efectos o consecuencias : el mexicano Nacho López (1924-1986) y el norteamericano Duane Michals (nacido en 1932), de familia de origen esloveno.

I. EL DIRECTOR DE ESCENA. SI EL ÁNGEL LLEGA A TIEMPO, PODREMOS DESAYUNAR EN EL PARAÍSO O EN LA CAMA DOBLE

Los riesgos profesionales de Michals no tienen que ver con la aventura y el apoderamiento del instante. Ya en 1960, cuando exhibe en Nueva York sus primeras secuencias, Michals ha renunciado al azar y a la fotografía de intención realista. Metódico, estratega de la imagen, delibera con gran intuición e inteligencia. Sus secuencias son puestas en escena dirigidas con cuidado extremo. De seguro, Michals repasa las tomas, corrige, repite las veces que hagan falta y si en ocasiones cambia sobre la marcha, es con tal de frustrar a la rigidez.

Véase por ejemplo la serie El regreso del hijo pródigo, donde el vástago, hace tiempo ausente, llega a visitar al patriarca (Michals mismo). En la primera foto, el padre lee The New York Times. Enteramente desnudo y con expresión de abatimiento, el hijo entra en el cuarto. En la foto 2, el padre observa al hijo, visiblemente avergonzado. En la foto 3, el padre empieza a quitarse la ropa. En la foto 4, el hijo ya trae puesta la camisa del padre, y éste continúa desvistiéndose. En la foto 5, el padre, desnudo, y el hijo, vestido, se abrazan y se reconcilian… En El regreso del hijo pródigo, lo de menos es el aprovechamiento difuso de los Evangelios; lo demás son las ideas o las reacción es que a cada espectador le suscitan. ¿A qué nos enfrentamos: a una versión heterodoxa de la Biblia, al padre que imitará al hijo y se irá de la casa, a los símbolos incomprensibles, al relato que sólo se arma en el recuerdo? A la disposición interpretativa de quien la contemple, la fábula se sustenta en el virtuosismo de las imágenes, un virtuosismo de la inteligencia.

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El director de escena y el paseante

– En Luna Córnea 18. La máquina de narrar (Conaculta, Centro de la Imagen, 1999).

El último rollo, por Marco Antonio Cruz

Nacho López autorretrato 02

En el primer aniversario del fallecimiento de David Alfaro Siqueiros, en 1975, se llevó a cabo un significativo evento en La Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores, durante el que se presentó la escultura «Prometeo», del artista Armando Ortega, y se dispuso una larga mesa, presidida por Angélica Arenal de Siqueiros.

Durante el evento me llamó la atención un fotógrafo que con una cámara de formato medio y enfoque de cintura realizaba tomas de la mesa. Me imagino que a causa del formato, tenía problemas para captar la imagen en su totalidad, por lo que comenzó a caminar, lentamente, hacia atrás sin dejar de enfocar su cámara y sin reparar que había un arbusto de arrayán. En medio del acto solemne la caída fue estrepitosa, pero el fotógrafo se puso inmediatamente de pie y siguió enfocando, como si nada hubiera pasado. Pregunté a Rogelio Villarreal, que estaba cerca de mí, el nombre de ese fotógrafo: Nacho López, me respondió.

Años más tarde, en 1982, lo volví a ver en una reunión de fotógrafos en el auditorio del Unomásuno, en la que también se encontraba Héctor García; la discusión giraba en torno a la necesidad de crear un grupo de fotógrafos independientes. La siguiente ocasión en que nos reunimos fue en 1985. Una tarde llegó Nacho a la redacción de La Jornada, donde yo entonces trabajaba, buscando a Andrés Garay, quien había sido su alumno, y ambos me invitaron a la cantina Montecarlo, ubicada en el centro, en la calle de Revillagigedo. Se desarrolló ahí una intensa plática sobre fotografía, rociada con generosas cantidades de cerveza.

Leer texto completo a partir de la pág. 448, en Luna Córnea:

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– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado

El arreglo con la vida no es fácil, por Paolo Gasparini

Nacho López-niños

Después de casi treinta años no es fácil hablar de mi encuentro con Nacho López. Es como revisitar imágenes que nos retraen a lejanas vivencias; como reconocer una serie de viejas fotografías que ahora aparecen interferidas por un nuevo busilis de ofuscación. La dificultad reside en la mirada que se balancea entre el testimonio de antes y los estratos más recientes que afloran en nuestra memoria como salidos de un palimpsesto. Las añadiduras vienen entre la carga de las pasadas emociones y los criterios del presente con sus nuevos juicios y prejuicios acumulados. Este difícil equilibrio genera una sensación de malestar, a veces de infinita tristeza, porque nos recuerda el tiempo transcurrido, tanto tiempo perdido. Los fragmentos de la memoria se desvanecen como en una disolvencia de diapositivas, se quiebran en la nueva imagen en pedazos rotos como los recuerdos …

Y los recuerdos, ya lo sabíamos, son viejas quebrajas que a veces acarrean consigo un aura de reiterados remordimientos. Estoy hablando como un gastado fotógrafo que examina con lupa las hojas algo amarillentas de los vencidos contactos, reconociendo en las viejas imágenes los lugares donde estuvimos y fotografiamos. Aparece en el horizonte una marcha de viejos campesinos zapatistas en Anenecuilco o en el ingenio azucarero Tierra y Libertad de Chinameca; la armonía de los gestos de las mujeres tejedoras y de sus niños jugando en Chiapas, o los rostros hieráticos, consumidos por el tiempo y la dignidad defendida, como calaveras de piel y huesos de los indios Tarahumaras, los de la Barranca del Cobre, donde el tesoro de la Sierra Madre. Recuerdo las palabras de Juan Rulfo: «Quienes acabaron con los dioses fue esa gente que se llamó ‘gente de razón’ y que hizo las conquistas de estas tierras … después fue el tiempo. La falta de fe. Porque la falta de fe es como la falta de sangre en las venas … «.

Leer texto completo a partir de la pág. 411, en Luna Córnea:

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– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado

Nacho López en mi memoria, por Rodrigo Moya

Bellas Artes

El «yo» es el centro de toda memoria, sostenida por vivencias que son como raíces de diverso poder y profundidad. Cualquier remembranza o circunstancia acaecida en el entorno de ese «yo mismo«, ya sea como testigo, cómplice, partícipe, víctima o beneficiario, tiene, como todas las formas de la memoria, algo de subjetivo. A pesar de esa bruma que a veces los años más difuminan, pero a veces más precisan, la memoria sigue siendo, a pesar de su propensión a convertirse en mito o literatura, nuestro más firme puente hacia la realidad y la experiencia personal pasada. Por ello, al evocar a Nacho López desde los recuerdos, más que desde el análisises inevitable el uso de la primera persona y el riesgo consecuente de habla del uno mismoal hablar del otro.

CUADRO l . Del aprendizaje y la historiAsí pues, escribo sobre Nacho López desde la memoria, imprecisa y fragmentada, como los recuerdos que enciende la fotografía. No podría abordarlo desde un análisis de su obra o sus múltiples discursos en el universo de la imagen fotográfica, camino que historiadores y ensayistas han recorrido, y aún recorren y recorrerán, con variables grados de intensidad. Tampoco puedo rememorarlo desde la apología del discípulo porque nunca fui su alumno apuntando un hipotético dictado, o siguiendo paso a paso sus métodos fotográficos. No son necesarios tales rituales ni convertirse en réplica de un modelo para intuir, al paso del tiempo, la presencia del precursor y su impronta en el desarrollo del trabajo propio. Esta impronta modélica, al principio consciente y por lo tanto copia elemental e irrepetible, suele convertirse en una sustancia más fina filtrada desde los niveles del inconsciente. La influencia y el aprendizaje surgen en el lento proceso de comprender y compartir actitudes ajenas o exteriores, y de ver el trabajo propio entreverado con el de otros a partir de puntos de vista personales que pueden, o no, coincidir con los del precursor, pero siempre ligados a un mínimo de cánones e identificaciones.

Leer texto completo a partir de la pág. 385, en Luna Córnea:

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– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado

Nacho López y la mexicanidad, por John Mraz

la Villa

La insistente exploración de «lo mexicano» por parte de artistas e intelectuales durante el siglo pasado podría ser efecto de la herencia colonial, producto del conflicto étnico entre españoles, indios y mestizos, o bien el resultado de la experiencia neocolonial de vivir a la sombra de la nación más poderosa del mundo. Sean cuales fueran las razones, el catalizador inmediato fue la revolución de 19IO-1920. Y es que un cataclismo social de esa magnitud arrasa con las viejas maneras de hacer las cosas y vuelve problemáticas las estructuras mismas de la autodefinición, que, hasta ese convulsivo momento, habían reinado sin cuestionamiento alguno. Ante ese repentino desvanecimiento de todo lo que parecía tan sólido, las figuras culturales intentan ofrecer versiones alternativas de congruencia nacional. en medio de la construcción de sus propias visiones nuevas de esta realidad-en-transformación que están viviendo. En términos generales, podríamos decir que esta búsqueda tomó dos caminos: el oficial y el de la disidencia.

Por un lado, estaba el proyecto de construcción del Estado. La «unidad nacional» era , en la década de los cuarenta, el concepto imperante, que reemplazaba al pluralismo propio del régimen de Lázaro Cárdenas. Carlos Monsiváis se refirió así al espíritu de esa época: «Nada de ‘país plural’ o de ‘diversidad cultural’, México es uno». Los medios de comunicación masivos representaban esa unidad como presidencialismo y pintoresquismo: los primeros vuelto iconos (e intocables), los segundos vuelto exóticos (y seguros). Fotógrafos como Enrique Díaz, Luis Márquez y Hugo Brehme cristalizaron la mexicanidad en el rostro del gran patriarca y en la figura anónima del indígena/ campesino sonriente/ sufriente de las revistas ilustradas, y cineastas como Emilio Fernández y Gabriel Figueroa los llevaron a la pantalla. El pintoresquismo le servía al nuevo orden en tanto otorgaba a los que no llevaban traje ni corbata un lugar no amenazante. Además, se podía vender con facilidad a los extranjeros, que suelen vivir convencidos de que la autenticidad de los pueblos latinoamericanos radica en que se parezcan a la caricatura en que los convierte semejantes representaciones folclóricas .

Leer texto completo a partir de la pág. 165, en Luna Córnea:

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– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado