Por Paloma Bravo Pérez
Cadáveres en las calles convertidos en escenas cotidianas, cárceles inhumanas controladas por pandilleros, hospitales saturados de heridos de bala y machete. Esas son las opciones para muchos de los que se quedan en Centroamérica. Para los que se van -los cientos de miles que cada año deciden emigrar-, las rutas de México esconden amenazas, persecución y muerte antes de llegar a un destino incierto en los Estados Unidos. En esta exposición, situada en la capital alavesa hasta el 30 de agosto, los fotógrafos Paul Coll, Toni Arnau y Edu Ponces congelan instantes de una crisis humanitaria oculta y pretenden aportar algo de luz a uno de los puntos más negros del mapamundi actual.
En El Salvador, Guatemala y Honduras, las escenas de homicidios en plena calle se han convertido en rutinarias. En El Salvador es habitual encontrar vecinos y curiosos que observan el trabajo de forenses y policías. Así mismo, los derechos sociales se tornan utópicos para buena parte de la población. Expresar públicamente tu condición sexual o presentar algún tipo de debilidad se convierte en razón suficiente para ser asesinado en plena calle.
Estos tres países, El Salvador, Guatemala y Honduras, se encuentran entre los puestos más altos del ranking mundial de tasa de homicidios. Las razones que han llevado a esta situación son complejas y despiertan discrepancias entre los analistas: Estados débiles, falta de control de armas, sociedades desiguales, la fuerte presencia de pandillas y grupos del crimen organizado o las heridas sociales generadas por los conflictos civiles de los 80 son ingredientes que han alimentado esta situación de extrema inseguridad. Tal es la normalización de los homicidios que el alcalde de Tegucigalpa ofreció ataúdes y servicios funerarios gratuitos para todos los habitantes de la ciudad.
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