
Por Paloma Villalobos
Es la primera vez que pongo mayor atención a PhotoEspaña, evento que desde 1998 reúne en distintas ciudades de España múltiples muestras y actividades ligadas a la práctica fotográfica de carácter mundial, y donde participan más de setenta instituciones, administraciones y empresas. Quizá mi interés se haya agudizado este año porque su temática central está dedicada de manera monográfica a Latinoamérica y, también, porque he participado en la sección de visionados de portafolios denominada Descubrimientos. Ambos factores permiten que se desprenda una cierta cercanía con lo que acontece en el festival, sus mecanismos de exhibición, sus ideales colectivos y su capacidad para prescribir cuál es la imagen que debemos ver, en el caso de este año, de Latinoamérica, y por tanto, cuáles son desde lo íntimo y lo universal, las dudas, preocupaciones, felicidades, naturalezas y fantasías -o lo que también podríamos señalar como identidades, memorias, nostalgias y certezas- de una misma región.
En el tiempo presente entendemos que el potencial de la imagen trasciende su cualidad ilustrativa. El pensamiento en torno a una fotografía que depende de su modelo, que articula un mero verosímil, ha sobrevolado sus propios términos de tal manera que las fronteras entre los sistemas de representación, en especial lo denominado documento y ficción, se han vuelto cada vez más permeables. Las imágenes advierten su carga epistémica; recordando las palabras de W. Benjamín, “serían llaves de acceso al pensamiento”, producen sentido, o cristalizan un “mundo de secretas afinidades entre las cosas”, como planteaba Goethe. Asimismo, la imagen ya no es sólo fotografía. Sabemos que desde el uso masivo de los medios electrónicos-digitales, la fotografía como práctica que alberga su definición desde mediados del siglo XIX se ha vuelto el sistema de representación predilecto en esta era de la imagen, tiempos de la visión donde diversos soportes, formatos y medios técnicos visuales no paran de corregirse y adaptarse a la fugacidad del sujeto y a sus relatos visibles, permitiendo el despliegue de sus modos más primarios de relacionarse con los otros. ¿Resultan aquellas formas de relación prácticas propias del sujeto o resultan una sentencia social impuesta por la industria de la imagen?
El ejercicio de ver y vernos, percibirnos en directo, en persona, pareciera haber perdido de cierta manera su sentido. Las imágenes habrían reemplazado todos aquellos vacíos, aquellas cavilaciones que el momento emana, pues la imagen elabora una presencia de nosotros mismos que realza y distingue nuestra realidad, y divulgar aquella fabricación, sin duda, funciona. La imagen en estos períodos de globalización está más viva que nunca, dibuja un tejido social que permite un campo conectivo de singularidades e individualidades entre sujetos y experiencias ajenas que traspasa distancias geográficas, diferencias socioculturales y divisiones; aún así, este mundo es muy grande y nuestras principales formas de conocimiento a través de la imagen se cristalizan desde lo inmaterial, y por lo mismo sería un conocimiento parcial, fragmentario, pero que dentro de ello permite generar nudos de pensamiento: su carga simbólica, no su referencialidad, va reescribiendo nuestros afectos y saberes, transformando prototipos, descubriendo emociones, releyendo las historias.
Si bien encontramos en las distintas exhibiciones del festival un marcado protagonismo de la producción mexicana, es en Develar y Detonar donde todo parece cuajar.
Develar: poner de manifiesto lo que estaba. Detonar: hacer estallar una carga explosiva.
La muestra reúne una serie de trabajos de creadores mexicanos de distintas edades, etnias y estratos sociales. Todos ellos reunidos construyen una cosmología emocionante que tensiona los márgenes entre identidad y memoria para provocar nuevos ejes que dirigen su mirada hacia el comportamiento de los seres en interacción con otros cuerpos, con los animales, con la materia, con la naturaleza. Mediante una organización de sala que integralmente -e intensamente- fusiona distintas formalidades visuales, los trabajos van dando cuenta de cómo el pasado es un elemento en vigor que en el presente se enfrenta a un futuro vacilante.
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