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Las inquietudes de Monsiváis, en una nueva exposición

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Por Sonia Sierra

Fueron más de 20 mil fotografías, negativos, tarjetas de visita e impresos los que Carlos Monsiváis coleccionó. De ese fondo nace la exposición «Pasado Venidero» que este jueves se inaugura en el Museo del Estanquillo, recinto que se creó para albergar y exhibir las colecciones del escritor.

Muchas veces las fotografías del cronista Carlos Monsiváis (quien falleció hace cinco años, el 19 de junio de 2010) fueron tema o un capítulo de exposiciones, esta vez la muestra va más allá porque representa la primera exhibición que investiga y aborda las temáticas, intereses, series e inquietudes personales, sociales e intelectuales que tuvo y que llevó a su colección.

El investigador de la fotografía y director de la revista Luna Córnea Alfonso Morales es el curador de «Pasado Venidero» que reúne alrededor de dos mil imágenes de los siglos XIX y XX, y que permanecerá en el Estanquillo hasta el 4 de abril de 2016.

Morales explicó que en los dos pisos en que se encuentran las piezas (primero y segundo del edificio ubicado en el Centro Histórico) se distribuyeron con base en ejes temáticos trazados a partir de los intereses de Monsiváis (o de asuntos de los que fue un crítico), como el nacionalismo, los movimientos sociales, la ciudad, los derechos de las minorías sexuales.

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Inauguran en el Estanquillo colección fotográfica de Carlos Monsiváis

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Fotografías obsequiadas, compradas en bazares, mercados de pulgas o en saldos de archivos periodísticos o familiares que servían al escritor, cronista y crítico Carlos Monsiváis  (Ciudad de México, 4 de mayo, 1938 – Ciudad de México, 19 de junio, 2010)  como elección de un tema,  información, recurso narrativo y material de consulta, integran la exposición Pasado venidero. Revisiones de la colección fotográfica de Carlos Monsiváis.

Democratización de la efigie, Reliquias y monumentos, Disidencias y alteridades, Ciudad, Nación, Divas, Mujeres detrás de las cámaras y Chimeneas del ensueño, son los núcleos de la muestra integrada por más de mil piezas, entre fotografías, reproducciones, negativos, collages, álbumes, historietas, revistas, documentos, cajas arte-objeto y pines.

La muestra permitirá al público conocer, entre otros, retratos de Diego Rivera y Frida Kahlo en su casa de Coyoacán, de Carlota y Maximiliano de Habsburgo, de Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Lázaro Cárdenas, del cadáver de Emiliano Zapata y Francisco Villa, y de actores y actrices destacadas: Lupe Vélez, Dolores del Río, María Félix, Cantinflas, Pedro Infante, Ignacio López Tarso y El Santo.

 

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Museo del Estanquillo rememora “Los días del terremoto” con exposición

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Libros, fotografías, caricaturas e instalaciones de audio y video, integran la exposición “Los días del terremoto”, con la que el Museo del Estanquillo Colecciones Carlos Monsiváis conmemora el 30 aniversario del sismo que sacudió a la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985.

En un recorrido por la muestra que abrirá sus puerta este jueves, la curadora Ana Elena Mallet comentó que el proceso para realizar esta colectiva consistió en mucho diálogo y se basó en pensamientos y escritos de Carlos Monsiváis.

La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el 12 de enero próximo, está conformada por los núcleos “Las profecías de la tierra”, “A golpe de pico y pala: la sociedad civil toma los poderes” y “Escenas de una ciudad reconstruible”.

“Nos interesaba que fuera una exposición artística y cultural, como fue el pensamiento de Monsiváis, por lo que incluye caricaturas originales, el traje del ícono cultural ‘Súperbarrio’, así como sismógrafos, planos y mapas procedentes del Museo de Geofísica”, señaló.

La exposición, que se enmarca en el programa de actividades de la Secretaría de Cultura para conmemorar el 30 aniversario del terremoto, incluye obra de Rubén Ortiz Torres, Germán Venegas, Bob Schalwijk, Manuel Álvarez Bravo, Fabrizio León, Pedro Valtierra, Vicente Rojo, Rafael Barajas “El Fisgón”, Mónica Mayer y Santiago Sierra, entre otros.

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Yampolsky, el ojo viajero.

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Por Rafael Miranda Bello

El pasado 6 de septiembre, se cumplieron 90 años del nacimiento de la fotógrafa mexicana, cuya obra se «acercó al impulso vital que singulariza a nuestro país»

La capacidad de admirar y, con voluntad complementaria, “la decisión por circular por rumbos por lo común inexplorados o inadvertidos”, es la constante en la obra de la fotógrafa Mariana Yampolsky que el crítico y ensayista Carlos Monsiváis advertía en el libro Maravillas que son, sombras que fueron. La fotografía en México, al hacer apuntes de ese trabajo, “tan exigente y prolífico”, con el que Yampolsky, “se propuso ver y dotó a ese verbo de sus rasgos personales: sencillez, talento, humor no tan ocasional, actitudes solidarias, pasión estética y, sin pretensiones, complejidad”.

Nacida en Chicago el 6 de septiembre de 1925, Mariana Yampolsky era hija de un matrimonio judío formado por Hedwig Urbach, de origen alemán, y el pintor, escultor y ebanista ruso Oscar Yampolsky. Pasó su infancia en la granja de su abuelo paterno en Crystal Lake, Illinois, y más tarde estudió la licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad de su ciudad natal.

Después de la muerte de su padre, Yampolsky viajó a la Ciudad de México en 1944, interesada en las actividades del Taller de la Gráfica Popular (TGP) y decidió quedarse para estudiar dibujo y pintura en la Escuela de Artes “La Esmeralda”, al mismo tiempo que iniciaba una carrera como grabadora que la llevaría a convertirse en la primera mujer en formar parte del Comité Ejecutivo del TGP.

A finales de la década de los 40 tomó un curso de fotografía en la Academia de San Carlos con Lola Álvarez Bravo, de quien aprendió “a darle más importancia al objeto o a la persona fotografiada que a la técnica” y participó en el rescate del archivo de la colección Casasola.

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Ordenar archivo de Monsi, nuevo reto del Estanquillo

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Por Yanet Aguilar Sosa

Aun cuando apenas han revisado la mitad del archivo y no está incluido su álbum personal y familiar, la colección fotográfica de Carlos Monsiváis podría alcanzar las 24 mil piezas coleccionadas en las más diversas temáticas, estilos y soportes. Los intentos por inventariar, organizar, entender y poner en orden el acervo fotográfico del cronista y ensayista mexicano que el viernes cumplirá cinco años de fallecido, han sido varios y son el nuevo reto que enfrenta el Museo del Estanquillo.

Durante febrero pasado, el archivo que se especula está conformado por entre 20 y 24 mil imágenes, entró en un nuevo proceso de catalogación a cargo de un equipo del Centro de la Imagen, encabezado por el investigador Alfonso Morales. Se trata del cuarto intento por poner orden a la importante y ecléctica colección fotográfica de Carlos Monsiváis, en la que predominan imágenes del cine mexicanos con personajes como Mario Moreno Cantinflas, Jorge Negrete, María Félix, Pedro Infante, Pedro Arméndariz y Joaquín Pardavé; pero también fotos de la Revolución Mexicana, la Decena Trágica y de la ciudad de México.

En la actualidad, Alfonso Morales y un equipo del Centro de la Imagen trabajan en el archivo con metas concretas: revisan el acervo para poder montar la exposición Pasado venideroAproximaciones a la colección fotográfica de Carlos Monsiváis, que en octubre albergará el Museo del Estanquillo como parte del festival FotoMéxico; también está la posibilidad de un número especial de la revista Luna Córnea y tal vez una iconografía de Carlos Monsiváis, proyecto que no le desagrada a Beatriz Sánchez Monsiváis, prima del cronista, quien aseguró sin embargo que sería muy complicado pues hay muchísimas fotos en el archivo personal y familiar.

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El amante de la foto que nunca usaba una cámara

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Por Eduardo Bautista

Carlos Monsiváis era un obsesivo de la fotografía. Durante décadas conformó una colección cercana a las 24 mil imágenes, que hoy es resguardada en el Museo del Estanquillo. La fotógrafa Graciela Iturbide y el caricaturista Rafael Barajas El Fisgón cuentan que el autor de El poder de la imagen y la imagen del poder (1985) nunca dejó de deambular por la ciudad en busca de impresiones, sobre todo en la Plaza del Ángel y el Mercado de La Lagunilla.

El monero recuerda que a Monsiváis le fascinaba la idea de prolongar un instante en el espacio y el tiempo. Dice que el cronista relacionaba mucho la fotografía con un verso del escritor español Francisco de Quevedo: ¡Oh Roma!, en tu grandeza, en tu hermosura/ huyó lo que era firme, y solamente/ lo fugitivo permanece y dura”.

Iturbide asegura que esta idea de registrar lo efímero era lo que más le enloquecía al ensayista, a quien conoció durante más de 40 años. Su amistad siempre estuvo unida por el amor a la imagen. Recuerda con nostalgia cómo Monsiváis le enseñaba las “joyas” que había adquirido días antes. “Una de las pasiones de Carlos era el coleccionismo de fotografías. Le gustaba admirarlas y analizarlas. Sin embargo, yo nunca le vi tomar una cámara; no le gustaba”, comenta Iturbide.

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Héctor García Cobo: Nuestro fotógrafo de la ciudad

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Por Uriel Linares

Gran parte del archivo fotográfico que retrata la vida cotidiana de la sociedad, y de sus distintas clases, fue capturado por el mexicano nacido en la Ciudad de México el 23 de agosto de 1923, y fallecido recientemente el 2 de junio de 2012, también en la ciudad más grande del mundo. Sin duda alguna se habla de Héctor García Cobo; nombrado por el escritor Carlos Monsiváis como Fotógrafo de la ciudad, por su presencia en el constante andar de la ciudad que nunca duerme.

Entre sus más grandes reconocimientos se encuentra el Premio Nacional de Periodismo; mismo que recibió en tres ocasiones, los años fueron 1958, 1968 y 1979. Además trabajó desde 1945 como periodista gráfico en distintos medios, los que destacan son: Mañana, Siempre!, Revista de América, Time, Life Cruceiros, Novedades, entre muchos otros.

Justamente para el año de 1950 Héctor García Cobo funda su propia agencia fotográfica, la cual llevó por nombre Foto Press. Para ese entonces ya existían otras organizaciones fotográficas como la agencia de los Casasola, de los hermanos Mayo y la de Enrique el Gordo Díaz. En el mismo año y siendo ya fotógrafo de planta en el periódico Excélsior, tuvo una columna en conjunto con el periodista Manuel Becerra Acosta, dicha columna se llamaba F 2.8, el cual Acosta se encargaba de escribir el texto que acompañaría a las fotografías del ya famoso Héctor García Cobo.

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El director de escena y el paseante, por Carlos Monsiváis

Duane Michals

¿Qué es una secuencia fotográfica? En el sentido artístico, no es el trabajo sucesivo en torno a un hecho o una persona, sino a lo desprendido de la unidad de propósito, el relato autónomo que se expande y cobra una significación especial merced a la eficacia de cuatro, cinco o seis imágenes, evidentes por sí mismas o de sentido descifrable a través del lenguaje de los símbolos o gracias al entendimiento poético. Por lo común, una foto valiosa capta un instante privilegiado por el tema o por el logro estético: por oposición, la secuencia busca ser al mismo tiempo fotografía y literatura, sin renunciar a ninguna de las dos empresas. Del campo de las secuencias, elijo a dos artistas muy distintos en sus procedimientos y algo cercanos en sus efectos o consecuencias : el mexicano Nacho López (1924-1986) y el norteamericano Duane Michals (nacido en 1932), de familia de origen esloveno.

I. EL DIRECTOR DE ESCENA. SI EL ÁNGEL LLEGA A TIEMPO, PODREMOS DESAYUNAR EN EL PARAÍSO O EN LA CAMA DOBLE

Los riesgos profesionales de Michals no tienen que ver con la aventura y el apoderamiento del instante. Ya en 1960, cuando exhibe en Nueva York sus primeras secuencias, Michals ha renunciado al azar y a la fotografía de intención realista. Metódico, estratega de la imagen, delibera con gran intuición e inteligencia. Sus secuencias son puestas en escena dirigidas con cuidado extremo. De seguro, Michals repasa las tomas, corrige, repite las veces que hagan falta y si en ocasiones cambia sobre la marcha, es con tal de frustrar a la rigidez.

Véase por ejemplo la serie El regreso del hijo pródigo, donde el vástago, hace tiempo ausente, llega a visitar al patriarca (Michals mismo). En la primera foto, el padre lee The New York Times. Enteramente desnudo y con expresión de abatimiento, el hijo entra en el cuarto. En la foto 2, el padre observa al hijo, visiblemente avergonzado. En la foto 3, el padre empieza a quitarse la ropa. En la foto 4, el hijo ya trae puesta la camisa del padre, y éste continúa desvistiéndose. En la foto 5, el padre, desnudo, y el hijo, vestido, se abrazan y se reconcilian… En El regreso del hijo pródigo, lo de menos es el aprovechamiento difuso de los Evangelios; lo demás son las ideas o las reacción es que a cada espectador le suscitan. ¿A qué nos enfrentamos: a una versión heterodoxa de la Biblia, al padre que imitará al hijo y se irá de la casa, a los símbolos incomprensibles, al relato que sólo se arma en el recuerdo? A la disposición interpretativa de quien la contemple, la fábula se sustenta en el virtuosismo de las imágenes, un virtuosismo de la inteligencia.

Leer texto en:

El director de escena y el paseante

– En Luna Córnea 18. La máquina de narrar (Conaculta, Centro de la Imagen, 1999).

Nacho López: la crónica del gran artista, por Carlos Monsiváis

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El número 31 de la excelente revista-libro Luna Córnea, dirigida por Alfonso Morales, uno de nuestros excéntricos más talentosos y laboriosos, y patrocinado por Conaculta y por el Centro de la Imagen que dirige Alejandro Castellanos, es un logro notable, fruto del sagrado empecinamiento de un grupo en el que destacan Morales, Lucero Binqüist, Citlalli López Binqüist, Pilar Urreta, Rocío Sagaón, Ramón López Quiroga, la lista sigue con mi agradecimiento. Las colaboraciones cubren con holgura los requisitos, y vuelven al libro un objeto de colección y de algo igualmente preciado: de consulta.

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En estos sitios, con estos rostros, en estas circunstancias, se produce también el hallazgo estético.  Entre construcciones nuevas y edificios ruinosos, escenas que de tan cotidianas pasan inadvertidas, marchas de la solidaridad con el entusiasmo y de entusiasmo ante la solidaridad, conflagraciones urbanas que hace una semana eran éxodos rurales, gestos de amenaza y duelos amorosos,  muchedumbres como paredes a la intemperie, niños y animales que se protegen con su indefensión, símbolos que representan el alto costo público de encumbrar personajes insignificantes, pirámides de cachivaches  que son la autobiografía de la sociedad del desperdicio, escenas que son populares por no requerir de ensayo, figuras callejeras a las que rescata de su «trivialidad» la inexistencia histórica de paisajes profundos.

Frutos de la prisa o de la morosidad (de la prisa por ejercer los conocimientos morosamente acumulados, de la lentitud con que se desarrollan artísticamente los relámpagos intuitivos), las fotos de Nacho López cubren un período de la ciudad de México y formulan una estética que tardará en ser asimilada.  Las fotos citadinas –lo más conocido, y lo mejor de Nacho hasta que no diga otra cosa la exploración de las 33 mil fotos del archivo del artista, depositado en la Fototeca del INAH– son en su mayoría colaboraciones para los semanarios Hoy, Siempre! «y –cuenta Nacho– especialmente en Mañana, donde se me dio libertad absoluta en los temas de mi predilección y en el formato de mis reportajes, en conjunción con mi viejo amigo Esteban Cajiga, hasta meter mi nariz supervisando negativos e impresión del offset».

El resultado: una ciudad de México, que en la versión de Nacho admite los siguientes adjetivos: fantasmal, gris, brillante,  regocijada y regocijante, célebre en su anonimato, dividible en barrios y en calles, parrandera, libidinosa, chambeadora, bravera, holgazana, ritual, anárquica.  Los adjetivos se encadenan, pero sólo tocan descriptivamente al mundo de Nacho López, fotógrafo y cineasta mexicano nacido en Tampico en 1923 y fallecido en la ciudad de México en octubre de 1986.

Leer texto completo:

 Nacho López: la gran crónica del gran artista

–  Carlos Monsiváis generosamente dedicó este texto a Nacho López y lo entregó al equipo de Luna Córnea para ser leído durante la presentación de la edición número 31, dedicada a la vida y obra de este destacado fotógrafo mexicano. El evento se realizó en el Centro de lmagen en 2008.