
El número 31 de la excelente revista-libro Luna Córnea, dirigida por Alfonso Morales, uno de nuestros excéntricos más talentosos y laboriosos, y patrocinado por Conaculta y por el Centro de la Imagen que dirige Alejandro Castellanos, es un logro notable, fruto del sagrado empecinamiento de un grupo en el que destacan Morales, Lucero Binqüist, Citlalli López Binqüist, Pilar Urreta, Rocío Sagaón, Ramón López Quiroga, la lista sigue con mi agradecimiento. Las colaboraciones cubren con holgura los requisitos, y vuelven al libro un objeto de colección y de algo igualmente preciado: de consulta.
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En estos sitios, con estos rostros, en estas circunstancias, se produce también el hallazgo estético. Entre construcciones nuevas y edificios ruinosos, escenas que de tan cotidianas pasan inadvertidas, marchas de la solidaridad con el entusiasmo y de entusiasmo ante la solidaridad, conflagraciones urbanas que hace una semana eran éxodos rurales, gestos de amenaza y duelos amorosos, muchedumbres como paredes a la intemperie, niños y animales que se protegen con su indefensión, símbolos que representan el alto costo público de encumbrar personajes insignificantes, pirámides de cachivaches que son la autobiografía de la sociedad del desperdicio, escenas que son populares por no requerir de ensayo, figuras callejeras a las que rescata de su «trivialidad» la inexistencia histórica de paisajes profundos.
Frutos de la prisa o de la morosidad (de la prisa por ejercer los conocimientos morosamente acumulados, de la lentitud con que se desarrollan artísticamente los relámpagos intuitivos), las fotos de Nacho López cubren un período de la ciudad de México y formulan una estética que tardará en ser asimilada. Las fotos citadinas –lo más conocido, y lo mejor de Nacho hasta que no diga otra cosa la exploración de las 33 mil fotos del archivo del artista, depositado en la Fototeca del INAH– son en su mayoría colaboraciones para los semanarios Hoy, Siempre! «y –cuenta Nacho– especialmente en Mañana, donde se me dio libertad absoluta en los temas de mi predilección y en el formato de mis reportajes, en conjunción con mi viejo amigo Esteban Cajiga, hasta meter mi nariz supervisando negativos e impresión del offset».
El resultado: una ciudad de México, que en la versión de Nacho admite los siguientes adjetivos: fantasmal, gris, brillante, regocijada y regocijante, célebre en su anonimato, dividible en barrios y en calles, parrandera, libidinosa, chambeadora, bravera, holgazana, ritual, anárquica. Los adjetivos se encadenan, pero sólo tocan descriptivamente al mundo de Nacho López, fotógrafo y cineasta mexicano nacido en Tampico en 1923 y fallecido en la ciudad de México en octubre de 1986.
Leer texto completo:
Nacho López: la gran crónica del gran artista
– Carlos Monsiváis generosamente dedicó este texto a Nacho López y lo entregó al equipo de Luna Córnea para ser leído durante la presentación de la edición número 31, dedicada a la vida y obra de este destacado fotógrafo mexicano. El evento se realizó en el Centro de lmagen en 2008.
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