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Presentan libro sobre el terremoto de 1985

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Hacer conciencia entre la población sobre el riesgo que representa vivir en la Ciudad de México, la cual se encuentra en una zona de alta actividad sísmica, es el propósito del libro “El terremoto de 1985. Treinta años en nuestra memoria”, presentado la noche del 8 de septiembre en el Museo de Arte Popular (MAP).

Se trata de una reedición, que conmemora tres décadas de aquel acontecimiento, que dejó una profunda huella en esta capital, en la que murieron miles de personas, y con la que el también arquitecto y escritor Iván Salcido recuerda a las víctimas.

Editado por la Sociedad Mexicana de Ingeniería Estructural, el libro en esta ocasión presenta 350 imágenes y una serie de testimonios, entre los que figuran el del doctor Antonio Correa, médico sobreviviente del edición situado en la calle de Tehuantepec número 12 en la Colonia Roma, y el de Óscar Flores Lomelí, sobreviviente del edificio de Tlatelolco.

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La casita de turrón de Roberto Tondopó

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Por Beatriz Novaro

Roberto M. Tondopó fotografía el espacio sin nombre que gravita entre la vida cotidiana y los sueños incómodos. Su punto de vista resulta inquietante.

 Ángel y Andrea, personajes de Casita de Turrón, protagonizan un viaje en el país de las Maravillas; como el de la Alice de Lewis, el mundo representado nos invade con desesperación, con la carencia de sentido. En esta Casita de Turrón, las tardes  se hacen eternas, los espacios se cierran.

Los paisajes y los objetos de esta casa familiar son  elementos de una poética que va de la perversidad a la inocencia. Entre la asfixia y la liberación, los escenarios del juego echan mano de  los cortinajes, las sábanas, los antifaces que quedaron de alguna fiesta olvidable, las plantas de plástico, los frutos de plástico, las bolsas de plástico, una corona de cartón del Burger King, cosas desechables, relojes descompuestos; los objetos mágicos de la infancia  inician su decadencia en la medida que se entra en la pubertad. Esa zona intermedia, ambigua, tensa. Lo dice el silencio denso retratado por Tondopó; la pesantez del aire.

En esta Casita de Turrón es posible bucear, ser estrella de rock, domesticar a un lagarto, disecado o aún vivo;  jugar a los novios con uno mismo besándose la imagen del espejo, colocarse una rana en la espalda a ver qué pasa, ponerle trampas a un gatito, trasvestirse con la ropa del padre o de la madre, colocarse las colchas como capas de reyes y de reinas. Todo se vale. Aquí se es libre  hasta que la realidad atenta contra el juego y lo domina.

No sabemos si entramos a un infierno doméstico o a un lugar encantado.

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