Por Brenda Béjar
Me emocionan especialmente las mujeres del surrealismo, así que cuando me enteré de que llegaría una retrospectiva de Lee Miller a México —por primera vez— di un pequeño saltito de emoción. Eso sí: casi imperceptible para no asustar a nadie.
La historia de esta fotógrafa, una de las más importantes del siglo XX, es interesantísima: creció con un papá que en sus tiempos libres se entretenía con cámaras oscuras, así que el interés fue heredado. A los 19 años, fue descubierta por Condé Montrose Nast, director de la revista Vogue, en una de esas formas que sólo pasan en las películas: caminaba por la calle cuando un taxista estuvo a punto de atropellarla, y él la ayudó.
Así fue como inició su carrera en el modelaje y, siguiendo todos los clichés posibles, posó para los mejores fotógrafos de la época, incluido Edward Steichen, quien, después, la recomendaría como asistente para el artista modernista Man Ray. Éste la aceptó y vivió con él durante tres años, tiempo en el que se convirtió en su musa, aprendiz y amante.
Esta muestra forma parte de la sección de Colecciones Internacionales del Festival Internacional Foto México.
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