Archivo por días: 14 septiembre 2015

Mensajero de la naturaleza

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Hay artistas cuyas imágenes de gran formato o temas fuertes vienen a nuestro encuentro, como una flecha directa a los ojos, con el fin de hacernos aspirar el ácido hedor de nuestros días. Masao Yamamoto no se cuenta entre ellos; más bien está en las antípodas. Sus fotografías no nos llegan fácilmente: somos nosotros los que debemos ir a su encuentro, y a menudo acercarnos mucho debido a su pequeño formato, como si nos aproximáramos a mirar en el hueco de una cerradura. Frente a la espectacularidad o violencia de muchas imágenes contemporáneas, él opone lo suave, lo sutil; lo cual no indica blandura ni conformismo de ningún género: su suavidad es semejante a la niebla que envuelve en misterio a un paisaje y lo transmuta.

Tampoco su arte corresponde a ningún formalismo al uso. Su poética particular es fiel a su tradición cultural, vive apartada de la inercia desintegradora que impulsa a las nuevas corrientes artísticas. Visto desde esta óptica, Yamamoto podría parecer un artista nostálgico, un artista “antimoderno”. Sus fotografías, casi siempre en blanco y negro y delicadamente bañadas en té o café, tienen a menudo los bordes desgastados adrede, a veces rotos o raspados, o con pequeños arañazos y diminutas salpicaduras; parecen sacadas de un viejo álbum fotográfico en el que el tiempo ha dejado su marca indeleble.

Leer nota completa en El País

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Si olvidamos nuestro pasado, estamos perdidos: Jesús Villaseca

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Imagen del hotel Regis, en una de las gráficas incluidas en el libro. En el ángulo superior derecho, Jesús Villaseca

Por Jorge Caballero

El 19 de septiembre de 1985, el joven fotógrafo de sociales Jesús Villaseca salía de su domicilio en la delegación Iztapalapa rumbo a la Torre de Pemex en la calle de Marina Nacional. El reloj marcaba las 6 horas. Villaseca conducía un Volkswagen sedán. Después de 50 minutos de recorrido, dejó a su esposa, Luz, en su trabajo y se enfiló hacia el diario Novedades,donde laboraba, ubicado en la calle de Balderas, en el Centro Histórico, tenía que entregar las fotografías del acto al que había asistido la noche anterior.

A unas calles de llegar a su destino, cuando el reloj marcaba las 7:19 horas, Villaseca se dio cuenta del agitado movimiento del semáforo que había frenado su curso. Posteriormente, sintió que su automóvil comenzó a moverse como lancha en altamar. En busca de una explicación echó un vistazo a su alrededor y vio que el hotel Regis se desmoronaba.

Cuando se dio cuenta de lo evidente sacó su cámara fotográfica. Hizo 10 disparos del rollo de película que le sobraban de su orden de trabajo. Durante el tiempo restante de los dos minutos que duró el movimiento telúrico tiró dos rollos más. El resto de ese jueves y días después de la tragedia, Villaseca reunió 3 mil imágenes de la devastación que sufrió la ciudad de México a causa del terremoto.

El libro Memoria viva. A 30 años del terremoto de 1985 se presentará este lunes 14 a las 12 horas, en el Salón Francisco Zarco del Club de Periodistas, localizado en Filomeno Mata 8, Centro Histórico, con la participación de Luis Hernández Navarro, John Mraz y el autor.

Leer  nota completa en La Jornada

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Josef Koudelka: ‘He vivido la misma mierda que viven los refugiados sirios’

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FRANCE. Hauts de Seine. Parc de Sceaux 1987.

Josef Koudelka es un fotógrafo de los que creen en su oficio como en un único dios verdadero. Iba para ingeniero aeronáutico, pero un vecino el panadero le enseñó una cámara y aquello provocó un cortocircuito en aquel muchacho checoslovaco que tenía en los ojos la expresión más salvaje del barrio. Cuando andaba enredando en las entrañas de un avión, sintió un calor extraño. Eso que algunos llaman revelación y que se parece a un golpe de azar inconcreto. «Podría haber tenido una vida más formal como ingeniero, pero me di cuenta de que no quería morir de aburrimiento a los 30 años. Lo que quería saber de esa profesión ya lo sabía, así que cogí una cámara con el instinto del que sabe que jamás dejará de aprender. Y así así ha sido».

Josef Koudelka pertenece a una generación laminada. La de aquellos que nacieron en Checoslovaquia, en la región de Moravia, en 1938. Josef Koudelka tiene nacionalidad francesa. Pero en sus fotos cabe un rumor inquetante, a la manera de otro checo: Franz Kafka. Este último llamó Josef K. al protagonista de una novela asfixiante: ‘El proceso’. Y por momentos de falta de aire aire también ha pasado la biografía de Koudelka, al que ahora llamaremos (con permiso) el otro Josef K.

Es uno de los míticos en la escudería de la Agencia Magnum. Ingresó en la gran ‘secta’ cuando Elliott Erwitt vio algunas de las fotos que en 1968 realizó a pie de calle, en los días de la Primavera de Praga, cuando los tanques soviéticos irrumpieron en la ciudad con vocación de aplastarla. Koudelka se encontró por azar con aquel asedio, con aquel atropello. Había llegado un día antes a Praga después de fotografiar gitanos y de deambular por Europa. «Cuando tomé aquellas imágenes no sabía las cosas que sé ahora. Digamos que trabajé impulsado por una suerte de necesidad», explica el fotógrafo. Detrás de él, en la sala de exposiciones de la Fundación Mapfre en la calle Bárbara de Braganza de Madrid, está fijada la realidad de aquellos días. Son algunas de sus mejores instantáneas. Siempre en blanco y negro. De sus tantos viajes. De sus agonías. De su estupor. Una muestra necesaria, de la que es comisario Matthew Witkovsky y que permanecerá abierta hasta el 28 de noviembre.

Leer nota completa en «El Mundo»

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