Por Pamela Ballesteros
Desde la fotografía, Daniela Bojórquez Vértiz ha encontrado diversas interpretaciones y lenguajes que, a su vez, ha representado de manera paralela en la escritura. A través de ambas disciplinas juega con la memoria y se acerca a las posibilidades que cada una le ofrece como detonador —y captador— de recuerdos.
Su trabajo más reciente es el libro Óptica Sanguínea (2015), que entrecruza sus exploraciones fotográfica y narrativa. La obra está compuesta por una serie de relatos breves y consistentes, ficciones que no parecen ser producto del azar, sino de una minuciosa elección de sucesos y anécdotas. En palabras de la autora:
Son textos que tienen como base la ilusión y la neurosis, y la relación entre mundos interiores y el exterior. No son historias en sentido estricto, como se entendería desde la narrativa como género. Me interesa la contaminación entre distintos niveles de representación, y en el caso de estos textos es posible que se confundan autor con narrador y personajes. Por otra parte, creo que cualquier anécdota es en sí parte de una ficción en la que cree el que cuenta, el que recuerda o el que lee.
Así, cada narración se despliega en paralelo con imágenes y fotografías que, más allá de funcionar como ilustraciones, son alusiones que adquieren su propio discurso. Y, en el curso de la lectura, se convierten en sugerencias para detonar un ejercicio imaginativo.
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