Por Vera Castillo
La fotografía, al igual que las otras fuentes para la historia, puede ser estudiada desde distintos enfoques metodológicos, los que se planteen en función de la pregunta con la que el investigador se aproxima a la fuente. La fotografía de crimen, por ejemplo, ha sido abordada de manera breve en los estudios generales de fotografía o por lo menos, no hay muchos análisis realmente profundos que sean conocidos. Un ejemplo es el capítulo dedicado a la fotografía de identidad en el libroFuga mexicana. Un recorrido por la fotografía en México de Olivier Debroise, así como «Fotógrafo de cárceles» publicado por Debroise y Rosa Casanova en Nexos en 1987, y «Ver y controlar; la fotografía carcelaria» de John Mraz publicado en La Jornada semanal. Los estudios históricos en torno al delito, menciona el antropólogo Jorge Alberto Trujillo, son realmente recientes y en ellos se observa la necesidad de estudiar el pasado a medida en la que los actos delictivos incrementan año con año en México. La fotografía, sin duda, no deja de ser fuente para la construcción de la historia del delito en nuestro país.
Uno de los estudios sobre dicho tema fue realizado por el escritor y director documentalista estadounidense Jesse Lerner, lo publicó en el libro El impacto de la modernidad. Fotografía criminalística en la Ciudad de México, realizado en 2007 y coeditado por el INAH, CONACULTA y la Editorial Turner. En dicho libro el autor abordó la fotografía de crimen en la Ciudad de México durante la primera mitad del siglo XIX, haciendo énfasis en las fotografías de corte criminal que se encuentran en el Archivo Casasola (conocido principalmente por las fotografías de la época de la Revolución mexicana que contiene). A la fotografía criminalística del Archivo Casasola, Lerner contrapuso las imágenes realizadas por fotógrafos como Manuel Álvarez Bravo, y fotoperiodistas como Enrique Díaz, Héctor García, Nacho López, los Hermanos Mayo e incluso Enrique Metinides.
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