
Por Vera Castillo
La humanidad (menciona Susan Sontag en las primeras líneas de su ensayo Sobre la fotografía) persiste irremediablemente en la caverna platónica, aún deleitada por costumbre, con meras imágenes de la realidad. Los seres humanos —según esta visión— continuamos conociendo nuestro entorno a través de imágenes que muestran las experiencias vividas por otros. La fotografía documental cumple una función de denuncia y homenaje al tiempo que funge como una especie de narrativa visual; esto permite a quienes están dentro de la cueva platónica observar aquello que no forma parte de su propia realidad. Es decir, el papel del fotógrafo cobra importancia en tanto se considera testigo y poseedor de aquello que puede considerarse «verdadero» y permite la democratización de las experiencias que son reales sólo para algunos.
En 2014, se presentó La sal de la Tierra, un documental sobre el fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, dirigido por el alemán Wim Wenders y por Juliano Ribeiro Salgado, primogénito de Sebastião. El filme es colosal, no sólo porque permite observar el enorme trabajo que hay detrás de los proyectos fotográficos del brasileño, sino porque también muestra la verdadera esencia de su obra y acerca al público a su trabajo (y a su persona) desde la idea de que ambos forman parte de una unión indisoluble. Así pues, se muestra a un Salgado construyendo historias a partir de un diálogo consigo mismo y con sus imágenes. Los narradores, Wim y Juliano, introducen la parte biográfica y la de los proyectos de Salgado, mientras que el fotógrafo profundiza en las imágenes que exponen una realidad que lo espectadores conocerán sólo a través de su experiencia, de lo que él vio.
Sebastião es sin duda un cazador de realidades desconocidas por la mayoría, en ello radica la importancia de su trabajo. La comparación entre el fotógrafo y el cazador siempre parece pertinente, pues al igual que el cazador, el fotógrafo elige a su presa, la observa con detenimiento a través del visor y la acecha con el arma empuñada en las manos, sólo jala el gatillo-obturador cuando es el momento preciso. El disparo no debe fallar. Esta idea del fotógrafo-cazador que usa la cámara a modo de arma es una analogía que Wenders encuentra al momento de filmar a Salgado: «Aprendí una cosa: tener a un fotógrafo delante de la cámara es muy distinto a filmar a cualquier otra persona. No se queda quieto, haciendo de él mismo. No. Por deformación profesional reacciona y responde usando su arma preferida: su cámara fotográfica. Devuelve el disparo».
Leer nota completa en Tierra adentro
http://bit.ly/1PgZVUT
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...