Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942), una fotógrafa que ha expuesto a través del mundo el alma onírica y trágica de su pueblo -desde el Centro Pompidou de París, hasta el Museo Getty de Los Angeles-, conoce largamente el lenguaje del blanco y negro. El jueves pasado sumó un nuevo e importante reconocimiento, pues el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York le otorgó un premio especial a su trayectoria.
Ahora los chilenos podrán admirar una vasta retrospectiva de su obra en el GAM, muestra curada y gestada por Cristina Alemparte, con apoyo de Fundación Gonzalo Rojas, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y de la Embajada de México. «La obra de Graciela Iturbide, bella, sensible, profunda, transforma la realidad en poesía, en historia», destaca Alemparte.
La exposición congrega noventa fotografías en blanco y negro, análogas, de sus series más famosas: Juchitán, Seris, Fiesta y muerte, Naturata, Autorretratos, El baño de Frida Kahlo, En el nombre del Padre y Pájaros. Ella, evocando sus inicios, confiesa desde su casa del barrio del Niño Jesús, en Coyoacán -corazón cultural del D.F.-, que un hecho capital en su vida fue conocer a Manuel Álvarez Bravo, figura primordial de la fotografía en México y Latinoamérica.
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