En 1986 me invitaron a trabajar en el proyecto Un día en la vida de América. Decidí trabajar con la comunidad chicana pues quería que en el libro sobre la vida de Estados Unidos se incluyera una comunidad marginada como ésta.
Después de viajar a Denver, donde nos reuniríamos todos los fotógrafos invitados a participar y desde donde cada cual partió al punto en que habría de trabajar, yo fui hacia Los Ángeles para realizar en el lapso de un solo día —como lo estipula el proyecto— una historia en imágenes sobre esta comunidad. Isabel Castro me puso en contacto con el centro La Raza, allí conocí a Margarita García, pintora, quien me sugirió fotografiar una banda de cholos.
Margarita me llevó a casa de unos amigos que viven en el este de Los Ángeles. Este grupo de cholos son todos sordomudos, viven juntos y pertenecen a una banda que se llama Cerco Blanco [White Fence].
Lisa, Arturo, Cristina, Rosario y su bebé (el único que no es sordomudo), aceptaron que yo trabajara con ellos en este proyecto. Me quedé a vivir en su casa, siguiéndolos con mi cámara en su devenir cotidiano.
En el este de Los Ángeles existen diversas bandas y ningún grupo puede entrar al territorio de otro. Solamente en el parque donde se trafica con droga se reúnen todos.
Fue para mí una experiencia única entrar en contacto con sus vivencias humanas y poder compartir su intimidad. Les agradezco su generosidad y amistad.
Noviembre de 1987.
Texto publicado en la hoja de sala de la exposición Cerco Blanco, presentada por el Consejo Mexicano de Fotografía en 1988.
– En Luna Córnea 34. Viajes al Centro de la Imagen II (2013). De venta en librerías Educal, Gandhi y Fondo de Cultura Económica.