Desde San Diego, California, donde radica temporalmente Elsa Medina habla de su resistencia a abandonar los rollos de película, de las bondades de la imagen digital y las dificultades para que una profesional de la imagen sobreviva en el México contemporáneo. También comparte lo que representó una de sus decisiones más importantes: hacer el registro gráfico de la enfermedad y muerte de su madre.
– Vives en México y por periodos en Estados Unidos. Una suerte de binacionalidad. No creo que sea una binacionalidad. Después de la primaria, viví un año en casa de mis tíos en Los Ángeles. Estuve en una junior high. Era una escuela repleta de niños mexicoamericanos. Se hablaba muchísimo español. fue duro y difícil. Pero he tenido la capacidad de adaptarme fácilmente a las circunstancias. Esa experiencia alimentó las siguientes.
Cuando regresé al Distrito Federal, estudié diseño y fotografía. Después me instalé en Tijuana, Baja California, e ingresé a la Universidad Estatal de San Diego. Durante tres años crucé la frontera todos los días. Iba en calidad de estudiante extranjera y llevaba a mi hijo. Cuando él ya no pudo estar ahí, dejé la universidad. Me fui de Tijuana después de 16 años, pero regresé luego de una estancia en el D.F. Me convertí en corresponsal de La Jornada en 1997.
Al principio me costaba trabajo saber qué era importante fotografiar. Con el tiempo me di cuenta de que el hecho en sí no es lo relevante. Se trata de cómo ves o te acercas a las cosas. Lo fui aprendiendo, poco a poco, en las clases de Nacho López, mi maestro, quien ha tenido una gran importancia en mi vida. Me enseñó a ser crítica, me abrió los ojos.
– Te convertiste en una periodista gráfica con dos maneras de ver y abordar las situaciones. La vida fronteriza es así: gente que nace del lado gringo, pero vive en Tijuana. Va y viene. Proporciona ciertas ventajas. Es medio esquizofrénico, pero te acostumbras. En aquella época era mucho más fácil cruzar la frontera. Yo lo hacía antes de las siete de la mañana. Me adapté. Se volvió parte natural de mi vida estar de un lado y del otro. Pero soy chilanga.
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