Cómo será el retrato fotográfico de un México que se cae a pedazos en medio del simulacro de la alternancia democrática? ¿Qué clase de imagen podrán confeccionar nuestras autoridades entregadas a sus tórridos contubernios de corazón salvaje? Y tal vez lo más interesante: ¿Cómo hará para conservar un mínimo de integridad un proyecto curatorial lanzado al final de la esperanza envilecida para aterrizar en los inicios de la vileza rediviva?
Primero viene la finta del “materialismo fotográfico”: relato a la moda; reacción ante la desmaterialización digital; coletazo del monopolio institucional frente al surgimiento de la vigilancia ciudadana. Por más becas y ceses que se anuncien en respuesta a la denuncia diaria, la denuncia no cesa. Aquí el relato materialista resulta superficial: pues sí, también en México se fueron sucediendo las nuevas técnicas. Ilustra el tema una serie de videos en inglés. Material de cualquier enciclopedia.
En cuanto al discurso verbal, sigue esgrimiéndose la mentira patria: “México, país de contrastes que afirma su gran riqueza cultural”: eterno premio de consolación frente a la pervivencia del virreinato. En el texto destinado a la imagen del obrero que camina sin protección sobre el andamiaje, la negligencia criminal en materia de seguridad laboral se convierte en deporte tradicional: “la construcción se basaba más en la destreza humana que en la maquinaria pesada”.
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