En el primer aniversario del fallecimiento de David Alfaro Siqueiros, en 1975, se llevó a cabo un significativo evento en La Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores, durante el que se presentó la escultura «Prometeo», del artista Armando Ortega, y se dispuso una larga mesa, presidida por Angélica Arenal de Siqueiros.
Durante el evento me llamó la atención un fotógrafo que con una cámara de formato medio y enfoque de cintura realizaba tomas de la mesa. Me imagino que a causa del formato, tenía problemas para captar la imagen en su totalidad, por lo que comenzó a caminar, lentamente, hacia atrás sin dejar de enfocar su cámara y sin reparar que había un arbusto de arrayán. En medio del acto solemne la caída fue estrepitosa, pero el fotógrafo se puso inmediatamente de pie y siguió enfocando, como si nada hubiera pasado. Pregunté a Rogelio Villarreal, que estaba cerca de mí, el nombre de ese fotógrafo: Nacho López, me respondió.
Años más tarde, en 1982, lo volví a ver en una reunión de fotógrafos en el auditorio del Unomásuno, en la que también se encontraba Héctor García; la discusión giraba en torno a la necesidad de crear un grupo de fotógrafos independientes. La siguiente ocasión en que nos reunimos fue en 1985. Una tarde llegó Nacho a la redacción de La Jornada, donde yo entonces trabajaba, buscando a Andrés Garay, quien había sido su alumno, y ambos me invitaron a la cantina Montecarlo, ubicada en el centro, en la calle de Revillagigedo. Se desarrolló ahí una intensa plática sobre fotografía, rociada con generosas cantidades de cerveza.
Leer texto completo a partir de la pág. 448, en Luna Córnea:
– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado