La insistente exploración de «lo mexicano» por parte de artistas e intelectuales durante el siglo pasado podría ser efecto de la herencia colonial, producto del conflicto étnico entre españoles, indios y mestizos, o bien el resultado de la experiencia neocolonial de vivir a la sombra de la nación más poderosa del mundo. Sean cuales fueran las razones, el catalizador inmediato fue la revolución de 19IO-1920. Y es que un cataclismo social de esa magnitud arrasa con las viejas maneras de hacer las cosas y vuelve problemáticas las estructuras mismas de la autodefinición, que, hasta ese convulsivo momento, habían reinado sin cuestionamiento alguno. Ante ese repentino desvanecimiento de todo lo que parecía tan sólido, las figuras culturales intentan ofrecer versiones alternativas de congruencia nacional. en medio de la construcción de sus propias visiones nuevas de esta realidad-en-transformación que están viviendo. En términos generales, podríamos decir que esta búsqueda tomó dos caminos: el oficial y el de la disidencia.
Por un lado, estaba el proyecto de construcción del Estado. La «unidad nacional» era , en la década de los cuarenta, el concepto imperante, que reemplazaba al pluralismo propio del régimen de Lázaro Cárdenas. Carlos Monsiváis se refirió así al espíritu de esa época: «Nada de ‘país plural’ o de ‘diversidad cultural’, México es uno». Los medios de comunicación masivos representaban esa unidad como presidencialismo y pintoresquismo: los primeros vuelto iconos (e intocables), los segundos vuelto exóticos (y seguros). Fotógrafos como Enrique Díaz, Luis Márquez y Hugo Brehme cristalizaron la mexicanidad en el rostro del gran patriarca y en la figura anónima del indígena/ campesino sonriente/ sufriente de las revistas ilustradas, y cineastas como Emilio Fernández y Gabriel Figueroa los llevaron a la pantalla. El pintoresquismo le servía al nuevo orden en tanto otorgaba a los que no llevaban traje ni corbata un lugar no amenazante. Además, se podía vender con facilidad a los extranjeros, que suelen vivir convencidos de que la autenticidad de los pueblos latinoamericanos radica en que se parezcan a la caricatura en que los convierte semejantes representaciones folclóricas .
Leer texto completo a partir de la pág. 165, en Luna Córnea:
– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado