Tras el impacto físico, tras los gritos de dolor y la sangre que brota de heridas y contusiones, está simplemente la constatación de un hecho. Si algo se advierte al ir pasando las páginas de este libro es que la sangre que envuelve al episodio es aquí la gran ausente. En un formato cuadrado, invariable y sistemático como el propio registro que emprende, aunque utilizando el color –una elección sin duda menos propia del carácter anónimo de dicho registro– Diego Levy hace “el relevantamiento” o el reconocimiento de un hecho que viene a perturbar la diaria secuencia de nuestras vidas.
El autor de Choques nos deja solos, aún más solos, ante la imagen de un objeto que, por contagio y de facto, deviene doblemente solitario y silencioso. Y es que más allá del latido insubordinado del corazón y del imparable borboteo de la sangre, está lo inerme, el imperturbable montón de hierros retorcidos. Levy nos presenta, literalmente, al mundo de cabeza, la realidad subvertida. Un desorden se instala en el orden precario de las cosas.
Choques es el escueto título de este libro. La otra serie de imágenes de Diego Levy se titula, sintomática y paradójicamente, Sangre. Es de pensarse. Levy vacía de tragedia el contenido de la imagen, erradicando ese líquido rojo y espeso, que quizás esté dado, sin embargo, por analogía. Si hubiera que pensar en cuáles son los dos colores que campean a lo largo de este libro, creo que serían el límpido e ingrávido azul de los cielos del sur y el rojo, el intenso rojo de la sangre. |Patricia Gola
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Choques, de Diego Levy. Edición ganadora de la Feria Internacional de Libros de Artista 2009 y editado en 2010 por Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart. De venta en librerías Educal.