Mauricio Garcés es la encarnación del gigoló mexicano. A diferencia del estereotipo machista, saturado de plomo y tequila personificado por Pedro Infante y Jorge Negrete, o al cosmopolitismo de Arturo de Córdova, Mauricio Garcés remite a figuras mucho más cercanas a su propio tiempo como Marcello Mastroianni o Gian Carlo Gianini. Picaresco como sus sosias italianos, este libanés mexicano que hizo de las suyas en programas televisivos como Sonrisas Colgate, alIado de Antonio Badú, muy bien podría ser una versión humanizada del camello de Carne!. Lo recordamos, entrañable e ingenuo, en aquellos anuncios de las camisas Arrow, donde la desnudez y el deseo se insinúan en una sobredosis elíptica de malos entendidos.
A partir de filmes como Modisto de señoras, Fray don Juan, o Departamento de soltero, Mauricio Garcés hizo de su propio nombre una suerte de marca de agua. Cientos de niños nacidos entre los años cincuentas y sesentas –entre los cuales me cuento sin ninguna vergüenza– deben su nombre consciente o inconscientemente a Mauricio Garcés. Su gestualidad, siempre ambigua y contradictoria, evidencia ese temor al sexo y a la mujer tan característicos de una clase media producto del bastardaje entre el machismo prostibulario y las buenas costumbres propias del Manual de Carreño. Pero Mauricio nos muestra también el goce del pudor. Basta recordarlo mordiéndose los dedos frente a esas mujeres felinas, conducidas por los calores del instinto y cuyo comportamiento había que domar o someterse a él. En sus películas las mujeres tienen la iniciativa, abandonan una pasividad demasiado arquetípica para contraatacar con las armas del deseo, a lo que Mauricio responde con el impudor de la timidez: la huída, el tartamudeo, la franca escapatoria.
Sólo lo irrepetible es verdadero. Producto de una era muy específica de nuestra historia, Mauricio Garcés es inimitable: con su sonrisa de camello, sus batas de seda, sus pantuflas de gamuza, nos recuerda que nunca fuimos tan ingenuos como en aquel momento … y que nunca más volveremos a serlo.
– En Luna Córnea 24. México Cinema (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2002, Bilingüe).