San Isidro el labrador: Quita el agua y pon el Sol…
De nada valieron los ruegos y las oraciones al santo de los aguaceros. Por el contrario, desató su furia, largos años contenida y sus copiosas lágrimas de gigante cayeron sobre la ciudad, hasta convertir sus calles en permanentes espejos asfálticos. Los comerciantes, tras los mostradores, dormían el tedio y soledad a falta de compradores. Los poetas encontraron temas para sus versos y cantaron la melancolía de las tardes de lluvia. Las abuelitas exclamaron: “¡El cordonazo de San Francisco!” Los bomberos trabajaron horas extras con las inundaciones. Los carteros dijeron horrores de San Isidro y también de su oficio. Y las gentes –usted, nosotros–, hicimos el ridículo por las mojadas avenidas de la metrópoli y todo lo impermeable y lo que no lo era, salió a relucir en esos días, sombrillas, paraguas, gabardinas, abrigos, sombreros, periódicos, mangas de hule. Todo con tal de cubrirse del agua inclemente. Era México pasado por agua. Era también, en sus habitantes, el ridículo. Y si no, vea usted estas fotos de Nacho López.
Fragmento del reportaje gráfico “Bajo la lluvia, México y usted se veían así”, publicado en la revista Siempre!, núm. 124, 9 de noviembre de 1955.
– En Luna Córnea 31. Nacho López (Conaculta, Centro de la Imagen, Cenart, 2007, bilingüe). Agotado