No es claro el origen de las palabras italianas (paparazzo, en singular; paparazzi en plural) que designan ese curioso oficio de perseguir y retratar celebridades, capturando imágenes que los medios y secciones especializadas en la vida cortesana y los espectáculos convierten en ensoñación colectiva. Pero de lo que no hay duda es que fue el director Federico Fellini, con la película La dolce vita (1960), quien popularizó el término a través del personaje Paparazzo, que representó el actor Walter Santesso: un fotógrafo que era amigo del periodista que protagonizaba Marcello Mastroianni. Al decir del curador Germano Celant, la semejanza onomatopéyica con la palabra siciliana que da nombre a un mosquito –papataceo– se relaciona con la descripción que Federico Fellini hizo de ese encimoso cazador de imágenes: “Paparazzo me sugiere un insecto volador, ruidoso, punzante, incisivo”. El propio director hizo un dibujo de aquel personaje, en que lo representa sin estructura ósea, al acecho, dando a entender que los paparazzi, al igual que los mosquitos son parásitos.
En el acucioso número que la revista American Photo (julio-agosto de 1992) dedicó a este subgénero fotográfico, se propone una fecha exacta para su nacimiento: una noche de Ferragosto, el 15 de agosto de 1958, cuando ocurrió un altercado entre un grupo de fotorreporteros free lance y el rey Farouk de Egipto, en la ciudad de Roma. Massimo di Forti, en su artículo “Cuidado con el flash. Ahí vienen los paparazzi” (Aperture), reconstruye lo sucedido de la siguiente manera: “Secchiaroli y tres de sus colegas –Pierluigi, Uberto Guidotti y Giancarlo Bonora- llegaron en sus Vespas a la Vía Veneto, donde Farouk, rey de Egipto, estaba sentado en el Caffé Doney1, con su hermana y la cantante Irma Capece Minutolo. Fue Secchiaroli quien desató el alboroto, tal vez para no quedarse atrás y para alardear de sus propias proezas ante sus amigos. Sin previo aviso, saltó frente a Farouk. El monarca, temiendo ser atacado, tomó al fotógrafo por el cuello. Mesas y copas salieron volando, en una refriega que parecía salida de un western de los años cincuenta. Y la noche apenas comenzaba. Media hora más tarde, en un sitio cercano una violenta reyerta se desató entre Ava Gardner y Anthony Franciosa. Y poco más tarde, los paparazzi inmortalizaron a Anita Ekberg y a su marido, Anthony Steel, abriéndose paso, cayéndose de borrachos, por las calles de la ciudad. Todo esto bastó para avivar la imaginación de los medios de comunicación. En el semanario L’Espresso apareció un título elocuente: ‘Cacciatori di teste a colpi d’objettivo’ (Cazadores de famosos a golpe de lente).”
Lo que comenzó en aquella noche en una Roma desierta, hoy, 44 años más tarde, es uno de los principales estrategias del ilusionismo contemporáneo…
nota 1. En la edición mencionada de American Photo, David Schonauer, citando a Diego Mormorio, sitúa el altercado en una mesa al aire libre del Café de París.
– En Luna Córnea 25. Intimidad expuesta. (Conaculta, Centro de la Imagen, 2002.) Agotado