En una larga exhibición fotográfica donde se mostraron trabajos notables y recientes este verano en la Houk Friedman Gallery, en Nueva York, hubo una imagen que no tardó en llamar mi atención.
Se trata de una fotografía de 1994 de Sally Mann (n. 1951) titulada Las tres gracias, en la cual aparecen tres figuras femeninas de pie, con las manos entrelazadas en una evocación de la pintura de Botticelli. Es una escena impresionante por su desenfadada representación de la belleza de la mujer, de la sensualidad y de una inconciencia del cuerpo de uno mismo que es rara en la sociedad contemporánea. Lo que aparta a Las tres gracias de casi todas las demás imágenes del cuerpo, del cual existen varios ejemplos significativos en la fotografía contemporánea, es que las tres mujeres que aparecen ahí están orinando. La imagen se complica aún más por el hecho de ser un retrato de la artista posando al Iado de dos de sus hijas. Dependiendo de la perspectiva del observador, la foto puede provocar asco, duda, bochorno o rabia. Se trata, sin embargo, de una notable declaración de libertad física y psicológica, e indudablemente de una provocación.
En su carrera Sally Mann ha producido varias clases de trabajos, entre los que se cuentan paisajes melancólicos, retratos de la zona rural conocida como Valle Shenandoah, donde ha transcurrido casi toda la vida de Sally, así como cibacromos y polaroids de gran formato en los cuales ha abstraído de manera poética algunos fragmentos de la naturaleza. Su obra más conocida es un cuerpo extenso de fotografías, creadas a lo largo de poco más de diez años, que muestran momentos y sucesos cotidianos en la vida de sus propios hijos. Es verdad que esos trabajos han garantizado el lugar de Mann como una de las fotógrafas más importantes de fines del siglo XX, pero también lo es que le han atraído escándalos. Entre las críticas que se le han hecho está la de haber manipulado a sus hijos, haber causado que perdieran su inocencia y haberlos moldeado como entidades eróticas. En realidad, Sally Mann ha mostrado a través de una serie de fotografías el espectro de las experiencias de la infancia, si bien de una manera que expresa la atmósfera excepcional de una familia única y libre de espíritu que, por lo visto, cuenta con intenninables horas de ocio. También se trata de una familia cuyos miembros están casi todo el tiempo, cuando menos durante los meses de verano en que se abate un calor sofocante sobre el sur de los Estados Unidos, desnudos y sin avergonzarse de sus cuerpos. |Tr. Gabriel Bernal Granados
Fragmento de Sally Mann, por Elizabeth Ferrer en Luna Córnea 9. Minoría de edad (Centro de la Imagen/ Conaculta, 1996). Agotado